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Cuando comenzamos con él pensamos que nuestra familia se compondría de 6 miembros, por eso le pusimos "Vamos a ser seis".


La vida nos ha dado la oportunidad de ser padres de diferentes formas, tenemos dos hijos biológicos, dos hijas adoptadas y una hija en acogida.

Son unos hijos queridos y somos felices de esta forma, siendo padres. Para nosotros, biológicos, adoptados, acogidos...son solo palabras para un mismo nombre "HIJOS".


jueves, 26 de marzo de 2009

Canción "La pena sin fín"


La canción: la pena sin fin, cuenta la trágica muerte de la bellísima Yang Kuei Fei, cuyo nombre significa anillo de jade, favorita del Emperador Hsuan Tsung de Tang.

Anhelando una bella que estremeciera imperios,
por años en el suyo la buscó sin hallarla.
En la familia Yang una púber crecía;
entre muros la criaron, nadie la conocía.
El cielo le había dado dones inocultables;
a la Casa Imperial fue un día destinada.
Si el rostro sonriente volvía,
sus mil graciasa las bellas de seis palacios ponían pálidas.
Al bañarse en Hua Ch’ing en la fría primavera,
las termales le daban una tersa blancura.
Lánguida y frágil, cuando sus criadas la servían
puso en ella sus ojos el Rey por vez primera.
Flores, oro y plumajes su tocado,
y un palio de hibiscos sobre el lecho en sus noches de estío.
Qué cortas esas noches,qué pronto el sol salía.
Desde entonces no hubo audiencias matinales.
Sin reposo una fiesta de placer compartía,
su amante en primavera, su tirana nocturna.
Adentro del palacio tres mil bellas había,
pero él tenía a todas esas tres mil en ella.
En cámara de oro de noche le esperaba,
y al final en la torre de jade se embriagaban.
Dio títulos y honores a todos sus parientes;
de toda esa familia la gloria deslumbraba.
Ningún padre ni madre quería ya en el imperio
tener un hijo, todos las hijas preferían.
De lo alto del palacio, por las nubes azules,
iba en el viento música, todo el mundo la oía
-Flautas, cítaras, cantos, danzas dulces y mágicas.
El Emperador nunca se cansaba de verla.
Los tambores guerreros, sacudiendo la tierra,
apagaron la Danza de Arco Iris y Plumas.
La ciudad de los nueve muros se cubrió en polvo.
Al Oeste mil carros van, y diez mil jinetes.
La bandera imperial se agitó y se detuvo
junto al río a diez leguas de la puerta de Oeste.
Allí los seis ejércitos rehusaron dar
un paso mientras él no entregara su belleza a la muerte.
Con sus broches cual flores por el suelo,
ya nadie recogió las horquillas ni los peines de jade.
Cubrió el emperador su rostro sin poderla salvar;
al fin miró con lágrimas de sangre.
Al dispersarse el polvo soplaba un viento frío.
Subieron hacia el paso perdiéndose entre nubes.
Pocos viajeros cruzan el Monte Omei.
Qué pálidas lucían sus banderas en esa luz menguada.
El río de Shu es verde, y azul es la montaña.
De la aurora al ocaso el Emperador llora.
Se veía la luna triste en aquel palacio,
y en la lluvia nocturna dolían las campanas.
Giraron cielo y tierra, y él volvió con su carro.
Al llegar a Mawei se paró estremecido.
Yacía en esa ladera. Y su rostro de jade ya era ausencia.
Y el sitio de muerte ya vacío.
Soberano y ministros se han mirado llorando.
Al volverse a Chang’An aflojaron las riendas.
Las aguas y jardines estaban como antes.
Hibiscos en el lago, junto al palacio sauces.
Cejas de sauce, flores de hibisco eran su rostro.
¿Cómo no sollozar al ver esos jardines?
De ciruelo y peral lleva flores el viento,
y ya en otoño arrastra la lluvia hojas de arce.
Invade la maleza la Mansión del Oeste.
Nadie barre en las gradas los rojos del follaje.
Encanecen los músicos del Jardín de las Peras,
los eunucos del Kiosco Pimentero están viejos.
Él medita en la sala.Las luciérnagas vuelan.
Se apagó ya su lámpara, y el sueño no le llega.
Lentas, lentas campanas en la noche sin término.
El Río del Cielo brilla, brilla fingiendo el alba.
Los patos mandarines fríos, blancos de escarcha.
Nadie con él disfruta las frazadas de pluma.
Un hondo abismo de años hay entre vida y muerte.
Ni una vez en sus sueños ella le ha visitado.
Un taoísta, un huésped de las aves del cielo,
podía con sus dotes convocar a los muertos.
Ante el dolor del rey, la Corte conmovidale
pidió que por tierras y cielos la buscara.
Se subió al aire, vientos y truenos cabalgaba,
y por la tierra entera intentaba encontrarla.
Recorrió el Gran Vacío, las Fuentes Amarillas,
y en ningún sitio pudo hallar lo que buscaba.
Hasta que supo de una isla maravillosa,
en el mar oriental, poblada de deidades.
Entre nubes de cinco colores y altas torres
de hermosura vivían allí los inmortales.
Había una que ellos La Siempre Fiel llamaban,
de piel de nieve y rostro florido. ¿Sería ella?
Tocó a puerta de jade en su casa de oro,
pidió a Pequeño Jade que anunciara a su dueña
Al enviado del Hijo del Cielo.
Bajo un paliode nueve flores ella despertó de su sueño.
Apartó los ropajes, se vistió conturbada,
separó las cortinas de perlas y de plata.
Aún medio dormida, su corona y sus floresal
bajar a la sala no estaban arregladas.
Flotaban en el aire sus mangas.
Parecíaque bailara la Danza de Arcoiris y Plumas.
De su rostro de jade solitario caía el llanto
como flores de peral cuando llueve.
Al Rey agradeció dominando sus lágrimas:
Desde aquello tu rostro y tu voz se hacen débiles.
Nuestro amor del Palacio Solar fue interrumpido.
Los días y las noches de esta isla son largos.
Si me vuelvo a mirar el mundo de los hombres,
no puedo ver Chang’An, apenas niebla y polvo”.
Dio al enviado las viejas prendas de sus amores:
una caja de laca y una horquilla de oro.
Se guardó para ella la tapa de la caja;
rompiéndola, le ha dado la mitad de la horquilla.
“Si es su corazón firme como el metal dorado,
dile que un día habremos de estar juntos de nuevo”
Y a punto de partir le dijo estas palabras,
conteniendo un secreto de sólo ellos sabido:
“Sala de Vida Eterna, Fiesta de las Estrellas,
a media noche, cuando nadie nos escuchaba:
Seamos en el cielo aves que comparten sus alas,
árboles en la tierra compartiendo sus ramas”.
Pasa el Cielo longevo, pasa la vieja Tierra.
Lo único que nunca tiene fin es la pena.

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